1 de Diciembre de 2010

Hoy niebla.

Mi mente está llena de neblina, se acerca el día, mi cita con el oncólogo, sé que todo está bien, no podido evitar llorar, sentir que la niebla me atrapa.

No hay como la risa de mis hijos y el corretear de mi pequeño para avivar la alegría y desvanecer todas las incertidumbres.

Encendí la televisión y lamenté escuchar una entrevista a un médico de la Vall d’Ebrón, gran profesional, me entristeció la posición del periodista que solamente le hizo preguntas para saber, cómo una persona de sida (que ahora es una enfermedad crónica) puede morirse de otras enfermedades. Mucha gilipollez, con ganas se quedó el propio médico de explicar qué cosas pueden hacer los pacientes, a parte de los rigurosos controles, para mejorar su calidad de vida. ¿Qué complementos alimenticios?¿Qué tipo de ejercicio? Creo que los tecnicismos y la cuestiones mortuorias están bien, pero ¿y todo aquello que mejore la calidad de vida del paciente?, ni una palabra.

¿Qué sentido tiene entonces una entrevista? Escuchaba y me parecía más de lo mismo, ahora el sida es una enfermedad crónica.

Me gustó la posición del médico respecto a las vacunas, su definición muy concreta, todo lo demás han sido definiciones que tienden a confusión. Agradecí que explicara con ejemplos, si te vacunas contra la poleomelitis no la contraes, pero si te vacunas contra la gripe eso es harina de otro costal.

Dejar la sanación a vacunas, dejar la sanación exclusivamente a gobiernos y a médicos es un error. El cáncer me obliga a ser protagonista, a cambiar hábitos alimentarios, tomar complementos alimenticios, a ser consciente de los gestos que tengo para conmigo misma, porque, quizás, de ello dependa mi total recuperación.

Ahora empiezo a comer frutas y verduras ecológicas, con todo su alimento, proceden de agricultores locales, son de temporada. A través de la alimentación vuelvo a vivir la realidad de la naturaleza, sus tiempos y sus frutos. Son alimentos más vivos y auténticos.

El proceso de cura de un enfermo o la mejora en su calidad de vida es un conjunto en el que el paciente debe incluirse y no excluirse.

El sida tiene una connotación social, un peso, la palabra en sí es una carga, pero ahora el sida no mata, es una enfermedad crónica y el cáncer si mata. Sida y cáncer son palabras con una carga emocional contundente.

Tengo una gran amiga, “amie du coeur”, de corazón hermoso y gran generosidad, compartimos la soledad ella del sida y yo del cáncer. Ambas llevamos el peso de enfermedad que nos toca vivir, simplemente. Ella ha sido la primera que ha prendido el fuego de la lucha, de la fuerza.

Hoy no me importa cómo se llama mi enfermedad, pero sí me importa que soy la protagonista, lamento que una oportunidad se haya perdido para dar información tan valiosa de cómo, desde los pacientes, se puede mejorar la calidad de vida en una enfermedad como el cáncer o el sida.

Pequeños gestos cotidianos pueden cambiarnos la vida, al final tienen que ser los que han vivido esta experiencia los que comparten lo aprendido. Pregunté a mi médico si podía tomar complementos alimenticios de vitamina E y C, me dijo que sí esto me iría muy bien para asimilar mejor el tratamiento de quimio, como esto seguro que hay más cosas que yo puedo hacer y que iré descubriendo.

La televisión vuelve a demostrar la inutilidad de muchos, porque saber lo que es una enfermedad no puede ocupar todo un programa, la enfermedad tiene un protagonista el paciente, alguien que vive y vibra y como dice Lizano ¡Mamífero!

Esta tarde he estado con un grupo de grandes mujeres. Mujeres de grandes mundos a cuestas, entre cuarenta y cincuenta y tantos, con vidas que hemos decidido superar, cada una a su manera.

En el fondo son historias sencillas pero de mundos personales ricos, el rasgo común, la enfermedad. Queremos expresarnos y sentir que la vida no nos abandona, que la vida tiene un sentido, puede que desconocido, pero lo tiene.

Todo en la naturaleza tiene una intención, una semilla germina, una leona caza un antílope, los árboles, los frutos. Todo tiene intención ¿y el ser humano?

Esta es la pregunta que nos hemos formulado, porque la vida entendida cómo: nazco, crezco, me reproduzco y muero, es jodidamente deprimente. Si la vida se reduce a eso, ¿para qué he nacido? Quizás sería más divertido ser abeja, polinizar las flores, recolectar polen, fabricar miel. Esto invita a la reflexión.

Mi madre, cada vez que estoy en la cama, me mira y en sus ojos veo aquella niña que fue y vio por última vez a su madre. Mi abuela murió de cáncer de mama. Mis ojos se han llenado de lágrimas, no por sentirme mal, sino porque la amo y me gustará superar esta etapa de mi vida con ella, para que sus miedos y sufrimientos puedan ahuyentarse definitivamente. Sé que a cada paso que doy, se siente más confiada pero no puede evitar que lleguen a su mente momentos tristes de su vida.

Mi hija y yo estamos viendo La Princesa Mononoke.

Huele a incienso y la gata ha mordido mis zapatos.

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