14 de Diciembre de 2010

He podido dormir un poco más. He despertado a las 7 de la mañana.

Me he enamorado de la luz que llueve desde mi claraboya, suave y hermosa. Mi cuerpo se sigue revelando, estómago mal y dolor de cabeza.

Camino a tientas por la vida, es lo que tiene el cáncer, que lo haces todo por hacer. La incertidumbre está ahí, las repuestas llegan con el tiempo. El camino es malabarismo puro, porque la realidad es un tiempo y la verdad es universal, aunque en nosotros, la historia sea una sucesión de realidades y no de verdades.

Hoy toca la visita a mi cirujano, espero poder ponerme alguna que otra crema, porque está como un palo seco la cicatriz.

Es extraño sentir frio en los pies y en cambio el aliento tan caliente que parece que va a explotarme la boca, la piel sigue extremadamente seca.

Abrazo a mis hijos y huelo su perfume que me acompaña y dulcifica los momentos tristes, porque ya me gustaría que esto acabara pronto, pero sólo ha empezado.

Siento el amor palpitar, empujando, aliarse con la vida, encauzarse por mis venas. El amor se reivindica con toda su intensidad y permanece en mi piel seca. Me estremece, la vida merece ser vivida con la intensidad que el amor provoca.

Vivimos enfrentándonos a las carencias y renuncias, pensando que todo lo hacemos muy complicado, cuando es en realidad mucho más simple. Nos da miedo el amor, porque para amar hay que ser genuinos y fluir con los cambios que nos propone la vida, el amor es un vino escanciado, se ha de saborear y compartir. Un vino que constantemente renuevan los viñedos, dando nuevos frutos. Que ingenuos somos cuando nos empecinamos a ser los mismos, el espejo de Alicia nos delata lo insulso de nuestro mundo, quizás sea el momento de saltar al otro lado del espejo.

El factor humano cada vez más determinante. Hoy en mi visita a mi médico cirujano, gran mujer, de sensibilidad y respetuosa con lo que pienso. En su consulta, un buen tándem, ella dispuesta a explicarme y yo dispuesta a escuchar, y ambas pensando que la palabra cáncer ya no determina una muerte segura. En mi caso no. Sencillamente es una enfermedad con factores a tener en cuenta toda mi vida, ¿qué más da? Si esta enfermedad me está permitiendo vivir la vida en toda su dimensión.

Salí feliz de la visita al médico. Sé que no es fácil tenerme de paciente, porque siempre cargo con una batería de preguntas que ya tienen sus respuestas, ahora sencillamente es ir esperando a que el tratamiento haga efecto, y planificar nuevamente la cirugía, para la primavera.

Puedo hidratar la cicatriz con aceite de rosa mosqueta. He pensado en añadirle algo de zumo de aloe vera y un poco de aceite de hipericó. Mi cicatriz no está expuesta a la luz, el hipericó le sentará bien.

He de aceptar que a cada momento tengo que enfrentarme a la comida, es un reto. Los sabores se revelan en mi paladar. Pronto navidad y me veo comiendo ensalada de tomate. Paciencia y pericia alimentaria.

La música de Martha Reeves and The Vandellas me pone de buen humor.

Lamento que no haya más valentía, los miedos acaban por apropiarse de nuestra parte más genuina, amputándola.

Ahora suena Bessie Smith y Louis Amstrong. Su voz suena a vida. La segregación racial, a una sociedad llena de miedos. Miedo a perder lo que tenemos y lo que somos. Ésto da que pensar, porque en realidad no somos reales, sencillamente la vida nos empuja en un sentido y nosotros nos empecinamos en dirigirnos en una dirección, como si vivir fuera sólo una dirección, sino que vivir lo es en todo y todas direcciones.

La noche serpentea entre mis sábanas, Ma Rainey, hipnotiza mi respiración y mis sentidos más profundos.

Huele a sándalo y la gata muy gata ha preferido mi ausencia.

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