2 de Diciembre de 2010

Hace justo un mes de mi diagnóstico de cáncer. La verdad, todo está bien y el futuro con un presente tan positivo no puede ser más que alentador.

El balance no deja de sorprenderme, la enfermedad como elemento catalizador y elemento que mide todas mis capacidades.

En este mes soy consciente de que no sólo soy un cuerpo es físico. Hace unos días una mujer compartió su historia, parecida a la mía, se separó, después de una relación de más de 15 años y al poco tiempo le diagnosticaron cáncer de mama, le dijo a mi hermana que su cuerpo tenía mucha basura emocional. "Basura emocional".

Opino lo mismo, la enfermedad es una respuesta, algo no va bien, ya puede ser físico, emocional o mental. Creo que uno llega a temerse a sí mismo, porque en nosotros están las respuestas. Sentir y sentir lo que en realidad somos.

Soy una síntesis física, emocional, mental y conductual, puedo tener un cuerpo predispuesto a esta enfermedad, puesto que mi abuela y mi tía la tuvieron, pero si además no me alimento bien, no tengo salud emocional, desde luego soy un caldo de cultivo. Ser consciente de que todo lo que yo soy determina en desarrollar una enfermedad y también en el proceso de curación es un regalo. Me reconozco como una información ordenada en forma de Mª Carmen.

Nadie me ha obligado a tener una relación tóxica emocionalmente, la he mantenido porque me ha dado la gana. Para nada me arrepiento, sino al contrario, pienso y seguiré pensando que es una gran persona y que gracias a todo lo vivido soy la persona que soy. Esto me está ayudando a seguir creciendo y a seguir construyendo lo que en realidad soy. Hoy no tendría la fuerza que tengo si hubiera decidido de otra manera.

Aceptar la vida presente es un reto, porque lo fácil es juzgar el pasado con los conocimientos del presente, aceptar que en cada momento he actuado del mejor modo y que en mis errores está mi verdadera sabiduría, es lo verdaderamente difícil. Los errores son grandes maestros. Olvidar que nos equivocamos es perder oportunidades de aprendizaje y vivir.

Suelo tener demasiadas conversaciones en donde los juicios están a la orden del día, juzgar implica culpabilidad, no importa en qué dirección vaya el juicio. No me juzgo, sencillamente acepto todo lo que sucede y me hago responsable, porque ahí es en donde puedo cambiar la dirección de mi vida.

La culpabilidad funciona como el miedo, inmoviliza y es atacante. En una enfermedad es fácil procesar mucha culpa, porque buscamos culpables donde no los hay y en donde no lo somos, sencillamente se suceden los acontecimientos, fruto a veces de nuestra falta de responsabilidad, fruto de una tendencia genética, o vaya usted a saber qué.

Yo como enferma de cáncer es fácil entrar en ese juego muy falso, en otras enfermedades como el SIDA, se culpabiliza al propio enfermo de tenerla, con comentarios tan absurdos como – algo habrá hecho-

Con M. siempre tratamos de desterrar la sombra de la culpabilidad, sencillamente tenemos lo que tenemos, hagamos de nuestro presente un nuevo presente y en consecuencia un nuevo futuro, lleno de realidades que se transforman a cada paso liberándonos.

La enfermedad puede constatar la fragilidad de uno mismo o su fortaleza, en mí desde luego es la fortaleza. Sin engaños, porque ser fuerte no significa ver una película sino implicarse hasta la médula ósea, sentir la vida palpitando hasta en los mismos contenedores de basura, llorar a mares y reír hasta desencajar la mandíbula. En definitiva ser consciente sin más de lo que hay en nuestros propios contenedores, en el contenedor físico, mental, emocional y energético y sobretodo en nuestro corazón.

Nuestros contenedores son reciclables, también tienen basura desechable que se transforma en valioso combustible, demasiado tiempo con los contenedores llenos a reventar provoca al final un desbarajuste importante llamado enfermedad.

Le canté a mis hijos Duerme, Duerme Negrito de Víctor Jara, siempre que la canto acabo con un nudo en la garganta y con ganas de llorar, a mi hijo le encanta, la tararea y sonríe. Es mágico.

He recordado la canción Dulces Sueños, del Último de la Fila, música y letra intensas, “…en el silencio te oigo palpitar, siempre hay un alba en la que despertar. Coge mi mano y duerme junto a mí; sino te importa me quedaré aquí. Dulces Sueños…..”

Aunque no me esconda de la noche y de los horrores negros.

La guitarra de Quimi Portet me envuelve, la voz de Manolo García hilvanando El Loco de la Calle, la fragancia de sándalo de mi habitación parpadea. Tecleo las últimas líneas envuelta en conocidas sensaciones, antes compartidas, ahora solitarias.

El humo del incienso acaricia mis mejillas, mis ojos entumecidos reflejan las ansias de vivir y sentir dónde el corazón me lleve.

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