24 de Enero de 2011

Estos días son intensos, quizás la luna ilumina en exceso las noches gobernadas por mi claraboya.

En el fondo sé que no es la claraboya sino mi universo emocional, a veces tan contundente, esto está siendo un proceso de interiorización y liberación.

Un nuevo mundo se abre ante mí, hace poco me quejaba de que mi vida se suspendía en lo incierto, pero un golpe sorpresa está conduciéndome a nuevos horizontes.

Los afectos se manifiestan, me cuesta aceptar los regalos que la vida a través de las personas que me rodean dan. Es cierto, he de aceptar el momento de fragilidad que vivo. Me lleno de fuerza y valentía.

La vida es cómplice y da pasos de gigante, estremeciéndome, recordándome que todo se sincroniza en un lenguaje. Sólo hay que montar sobre las palabras de la vida y guiarnos por la fuerza de lo que sentimos.

Los acontecimientos recientes han hecho que cambie, o más bien me transforme, porque una vez despiertas al latido de la vida, esto te transforma más que cambia. La transformación me hace distinta, con la certeza de que he cruzado un nuevo puente.

He reconectado con personas que compartieron una pasado muy fugaz, pero profundo, ahora la vida nos abre las puertas de sus murmullos secretos, de un movimiento nuevo.

Más allá de todo el cáncer lo está transformando todo, abriendo mi mente y corazón a nuevas luces y a cambiar las viejas luces por bombillas nuevas. Mi paradigma es distinto.

Soy consciente de que en estos días he muerto, una parte de mi ha muerto para renacer una nueva que ya existía, sólo que dormía, más real incluso que los últimos diez años de mi vida. La vida me está "realmando".

Culpabilizarme de ausentarme tanto de mí misma es un error, pero reconocerlo es hacerme responsable y así poder reconectar con mi esencia, lo más absoluto de mí misma.

Andar entre olvidos es defraudar a la propia vida que no entiende de olvidos arbitrarios.

En estos días intensos he podido resolver muchos asuntos pendientes, pero también se han generado nuevas oportunidades, lo importante es aquietar la mente, estar en el aquí y ahora. Lo que tenga que ser ya es, el “será” es una invención poco cierta de la realidad.

Ayer paseando por la playa con E. me sentí más libre que nunca, Lloret de Mar en invierno es cautivadora, los pequeños rincones se convierten en paisajes milagrosos para el alma. Arena gruesa y mar en calma, olas acariciando las rocas, en un todo, un manto de gaviotas degustando lo que parecía un banco de peces, el sol susurrando a las nubes canciones y la brisa acariciando el cielo, la tierra y el mar, nosotras en medio, tratando de entender un lenguaje lleno de erotismo y sensualidad, que sólo podía sentirse con el latido de nuestras almas.

Celebramos la amistad en una mesa llena de comida, pero lo más importante, de abundancia que sólo los amigos y familiares son capaces de compartir, amor y más amor. Lloré por estos regalos que tanto alimentan mi alma.

Uno puede pensar que no tiene nada, pero en un mundo de necedad material, olvidamos el potencial del factor humano, entregar lo que uno es.

Todavía no he tirado mis viejas botas de montaña, me apego a ellas, pero el pasado ya ha sido pisado, ahora unas suelas nuevas y un nuevo tiempo. Tirarlas me ayudará a desligarme todavía más de un tiempo inexistente, lo que realmente ha sido ya está en mí, no sé si en historia o en memoria, pero ya no hace daño ni causa nostalgia.

La gata muy gata pasa frío, prefiere dormir debajo de las mantas.

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