7 de Febrero de 2011

La niebla tamizaba la luz y la claraboya obediente deslizaba la claridad por toda mi habitación.

Por fin he habilitado mi mesa de escritorio, que hasta ahora era un almacén de trastos diversos. La mesa está justo debajo de la claraboya.

Preparamos pasteles de verduras, de frutas, porque el mundo de casa es un gran pastel que la mayor parte de veces cocina mi hermana, con el amor que sólo ella puede orquestar entre tantos ingredientes distintos, yo lo hago a veces.

Ya he cruzado el ecuador del tratamiento, lo mejor de todo, el ecuador de la sanación de mi alma, porque cada vez palpita más fuerte y lo hace ya al son de las palabras que sólo el corazón puede sentir.

Palpitar al son de las palabras equivocadas es andar en una urdimbre silenciosa, haciendo de todo lo falso una realidad sin alternativas, cuando la vida es una oportunidad constante, llena de alternativas.

Es maravilloso el té. Cada mañana preparo un par de litros. Cardamomo, clavo, canela y té que humean deslizando la fragancia por todos los rincones de la casa. Olores que suspiran la ternura que habita en nuestro hogar, cada día más nuestro y libre de condicionamientos.

Mi hermana trajo unos disfraces, me encantó volver a ver aquel brillo en sus ojos, el brillo del entusiasmo, de las ganas por vivir y palpitar en una vida que cada día se me antoja más generosa. Nos disfrazaremos y danzaremos en los carnavales.

Somos pieles ya sin disfraces, será más divertido que nunca, nos pondremos una careta. Ya no más careta sobre careta, quizás ese haya sido el motivo por el que hace muchos años que no nos hemos disfrazado, nuestras vidas ya eran disfraz, el disfraz, la máscara cínica de una vida que no nos correspondía como nuestra.

Hoy tortilla de calabacín y de postre arroz con leche. Mañana nos espera un delicioso pastel de manzana.

Estas dos últimas noches han estado llenas de sueños y de emociones emergiendo con la fuerza de un tifón de mi inconsciente. Los remordimientos y miedos surgen con destreza, pero sigo reconociéndolos y perdonándome, porque la causa y el origen están conmigo. Igual que surgen se domestican como lindos gatos cuando perdonas y concilias las experiencias en el aquí y ahora. Esto ya no pesa, sino que ha aligerado mi corazón, sigo rompiendo con un pasado que miente, sólo soy una compilación de tiempos, no sólo de esta vida, sino de muchas vidas.

Como decía María Sabino, gran chamana, la sabiduría es como una placenta, nacemos con ella. La sabiduría nos amenaza con salir a la luz y ella nos delata lo distantes que estamos del camino del corazón, de la esencia perfecta.

El dolor de cabeza va y viene, todavía tengo sensaciones confusas, ando sin puntos de referencia, todo es nuevo y me sorprende.

El destino acaba por no existir, sencillamente es fruto de la labranza y el cuidado que damos a la tierra que se nos ha dado, la vida.

Me despido de la enfermedad, porque mi alma vuelve a latir libremente.

La gata muy gata duerme en el sillón, huele a pastel de manzana.

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