16 de marzo de 2011

Sigue la sinfonía de colores tapizando la buhardilla. Además los días se llenan de sincronicidades.

La vida late y ahora su pulso me mide. ¿Soy capaz de latir con el ímpetu que tiene el lenguaje de la vida? Quizás, pero he cruzado una puerta y ya no puedo volver atrás. No existen pasos, es un no retorno a un tiempo que sólo ha dejado surcos en mi alma, un mapa sinuoso de experiencias vividas.

Por fin se ha definido mi doctora oncóloga, ahora sólo toca esperar la operación. Sigue pareciéndome curioso cómo se trafica con el miedo, les parece extraño que alguien sea responsable de sí mismo y que cuestione las decisiones médicas.

¿Más quimio? De momento no. Después de una semana de silencio, hoy por fin me han llamado para citarme con el cirujano oncólogo.

He necesitado de mi soledad, dialogar con mi ser interno, con todo lo que soy. Respirar, sentir todo aquello que me ata al sufrimiento y al miedo, verle la cara a mi sombra, es una sombra que al igual que mi luz evoluciona, cambia, muta. Es mi ITV personal. Una recarga de sensaciones a recolocar en su lugar justo.

¿Miedo? Claro, sobre todo cuando te hablan de estadísticas, pero con lagunas en los datos. El cáncer se hace resistente a la quimio al igual que nos hacemos resistentes a los antibióticos, pero es una información que pasa desapercibida, eso sólo es motivo suficiente para calcular muy bien las decisiones.

Sigue llevando un exceso de carga emocional la palabra cáncer, porque es una palabra que trafica con el miedo. ¿la muerte? Todos nos dirigimos inexorablemente a ella, es otro paso de nuestra existencia. Asociar al cáncer con muerte es un error.

Morimos a diario, porque los momentos en los que vivimos siempre son distintos, ahí Einstein nos dio un buen golpe con su teoría de la relatividad, los instantes son distintos, así que en ellos morimos y renacemos. Vivir ha de ser un impulso que nos haga crecer, cuando lo que vivimos nos está destruyendo, vivimos totalmente muertos.

Sigo viajando hacia el centro de mi ser, quizás ahora ya los adornos de mi vida carecen de importancia, lo importante es la esencia, lo que somos en estado puro. Este es un viaje sin concesiones hacia la libertad, hacia mi conquista.

S. Se ha quedado unos días en casa que se ha llenado de complicidades, de conversaciones profundas. Siguen siendo los afectos los que me sorprenden y prenden la llama de la confianza en lo mejor del ser humano, porque eso es lo que me rodea y nutre.

La familia y los amigos curan un alma que a veces ha estado quebrándose y con cada quebranto, yo florecía.

Los días son afectos escanciados con amor que sorbo respetuosamente, delicadamente y pausadamente.

Tenía ganas ya de terminar con la quimio que era capaz de despedazarme por unos días. Sigo con los sabores confundidos, pero poco a poco están definiéndose las proporciones de sal en la comida. Algo es algo.

Los días se suceden llenos de latidos y sentires que siguen conduciéndome al centro de mí misma. La conciencia de lo que soy ruge palpitando en todo lo que sucede.

La vida nos recuerda que no existe separación alguna, que somos una consecuencia directa de nuestros actos, actitudes e intenciones. ¿La enfermedad? Una oportunidad de viajar a lo que somos en esencia y permitirnos expresar lo más profundo de nosotros mismos.

No me planteo consecuencias ¿mañana? No existe, es sencillamente un punto de referencia necesario para nuestra mente, pero el mañana es un edificio sin construir porque la realidad sucede en eterno presente, sucesión de instantes que nos dejan una impronta deliciosa, la experiencia de nosotros mismos y lo que compartimos.

Las palabras son etiquetas que ciñen los sentidos a un cinturón estrecho, sentir sin más es la máxima expresión de nosotros mismos. Solamente podemos dar y entregar lo que somos.

Sólo quiero abrazar y expresar lo que siento, agradecer a mi hermana lo grande que es. Es un privilegio estar acompañada por un ser que se entrega sin más a dar lo mejor de sí misma, sin importar las consecuencias. El amor de mi hermana sana mi alma y su visión justa de la vida es una gran lección en mi vida.

Las emociones siguen siendo intensas, así que las vivo sin juzgarme. Mis amigas siguen ennobleciendo mi alma. En otro momento de mi vida estaría negándome todos los regalos que la vida me ofrece, el amor en su máxima expresión ahora lo acepto y comparto.

Podría transitar por la vida desde las percepciones, pero sólo puedo andar sintiendo palpitar la verdad de mi conquista. La verdad que yo soy.

Estos días la gata muy gata ha tratado de colarse dentro de mi cama, así que hemos pactado que siga durmiendo encima de la cama. Huele a vainilla, la luz de la vela tintinea.

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