3 de junio de 2011

Hoy la claraboya estaba gris, la luz lagrimeaba. Puede que en esa conciencia de sí misma, la claraboya supiera que hoy volvía a la carga con un nuevo ciclo de quimio.

Ha sido distinto y revelador, porque hoy he recibido respuestas que la vida ha puesto delante de mis narices.

Nueva quimio, su nombre docetaxol, hasta ahí pensé que todo bien, pero el compuesto está sintetizado del Taxus o Tejo, árbol de corteza muy dura. Hay más, en casa tengo El libro de Plantas Medicinales de Pio Font Quer, un libro muy querido, dedica una página al tejo, árbol que ya lo conocía Teofraso, el profesor Font hace incapie en su toxicidad. La taxina es el alcaloide sintetizado por la industria farmacéutica que ralentiza la división celular o mitosis. Curioso, la naturaleza es nuestro proveedor de medicinas.

Siento tristeza al comprobar que una vez más, siguen primando intereses económicos para la investigación en la búsqueda de nuevas medicinas, basadas en lo que ya tenemos como propio, la madre naturaleza y su gran desconocido, el reino vegetal, que sin conciencia ninguna laboratorios farmacéuticos varios, especuladores de semillas, continúan patentando un patrimonio que nos pertenece a todos y ¡a los gobiernos no les importa! La falta de sentido es obvia.

Me ha encantado reencontrarme con las enfermeras y los voluntarios de AECC, nos tratan con factor humano sobresaliente, una vez más solo puedo emocionarme ante su trabajo y profesionalidad. No tendría sentido sin su naturaleza llena de empatía, sinceridad sin barreras emocionales.

Hoy dos mujeres empezaban su tratamiento, sus ojos brillaban, reflejaban su alma de niña herida por estar allí, es una mirada que he reconocido como mía, pero que en su día marchó, porque las heridas son mal compañeras de viaje. Conversaciones llenas de comprensión, palabras llenas de sentido y optimismo, porque no nos engañemos, este es un viaje no sólo físico sino también del alma.

Me han inyectado un antihistamínico y me ha provocado mucha somnolencia, no he parado de revolverme en el sillón. Dormir era una gesta imposible, los sillones no son cómodos y entre pitos, correrías de carros de comida y medicinas, más que difícil ha sido imposible.

Cuando he llegado a casa estaba mi familia al completo, abrazos, cariños, ternura y sobretodo una fase más, un paso más.

Esta vez es diferente pero a ciencia cierta no sé cómo irá el tema, esta quimio sigue deprimiendo el sistema inmunitario, jode el estómago y vuelve la caída del pelo, además de afectar al sistema nervioso central, en fin, es simple cuestión de paciencia y ver cómo reacciona mi cuerpo, mi amado cuerpo.

Mi mente sigue despejada y con ganas de seguir aprendiendo y mi corazón… mi corazón sigue palpitando con la vida, en ese lenguaje profundo y cercano de la vida.

Mi alma se siente realmada, dispuesta a sentirse atrapada por la magia de la vida, en sus gestos y sutilidades, porque seamos claros, las batallas hay que ganarlas, pero son los detalles que hacen de la batalla algo distinto, marcan la diferencia de cara a la conquista de uno mismo. La verdad es vivir la realidad de uno mismo.

Sé que en esta nueva fase ya se están transformando muchos aspectos de mi sentir, dando lugar al más preciado de los tesoros, que nuevamente todo se vaya colocando en el lugar que le corresponde, sin engaños ni apariencias, es la realidad vivida desde la verdad de uno mismo.

Lo cierto que con esta quimio cambian poco los sabores, por el momento, así que mascar un simple chicle de limón ha sido algo especial.

Disfruto con las palabras de Natsume Soseki y su novela Kokoro, es especial la atmósfera que se respira en ella. Intimidad.

Los claveles rosados siguen hospedados en el jarrón de cristal, bajo la claraboya.

Huele a te de rooibos.

La gata muy gata me busca, siente quizás que mi piel es distinta o no, sencillamente me mira con su aire de gata muy gata y duerme plácidamente.

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