9 de septiembre de 2011

La luz entra sin pedir permiso, para la claraboya no existen fronteras, es consciente de los visados expedidos al sol y a la luna, sin límites, tatuando la luz en la buhardilla, no importa el tiempo. Buhardilla y claraboya careciendo de tiempos, sólo presente.

Más que quedar atrás la vida queda debajo, en la planta de los pies, donde lo andado queda tatuado. Sólo puede verse lo tatuado con los ojos del alma, lo demás es mirar la vida a lo lejos y hacer falsas fotografías de recuerdos castrados por los condicionamientos que uno lleva incrustados.

El sol todavía brilla y las calles empiezan a estar tapizadas, son las primeras hojas que caen de los árboles, termina ya el verano. Da vértigo pensar en cómo me he transformado durante todo este tiempo, tan largo y tan corto.

Mi olfato es mucho más agudo que antes de mi tratamiento, es una suerte, porque para mi mente es más fácil situar los olores con cada experiencia.

Sigo tropezando con la proporción de sal. En casa tienen mucha paciencia.

Se aviva el dolor en cada sesión de radioterapia, para estar en el final parece que éste queda lejos.

La vida me da alas, aunque no me las pone del todo, sólo a ratos. Todo tiene su momento.

La verdad es ser uno mismo, de forma simple y sin condicionamientos, ahí está la gran conquista. Así la vida nos da alas para volar y amar el viento, la vida nos hace caminar amando la tierra que pisamos, nos hace llorar amando el agua, nos hace amar amando el fuego, la conquista de uno mismo es llegar al amor despojado de toda floritura, desnudo de aquello que lo condiciona.

Ando con la pasión de la propia vida, a veces me desconcierta, pero entiendo que en este peregrinaje son muchos los paisajes, muchos los encuentros y desencuentros.

Excepcionalmente hoy he cocinado con una proporción de sal adecuada.

Pasar la mañana entera en el hospital hasta la hora de comer es todo un reto. Cada día la carretera, cruzar toda Gerona y esperar turno de radio. Ya en la sala de espera, nos une el respeto y la solidaridad, porque ahí estamos todos para lo mismo, sanar esta enfermedad que se llama cáncer. Ya son 10 sesiones de radiación transcurridas.

Sólo miro atrás para mirar y sentir lo mucho que he dejado, me siento ligera y seducida por el pulso de la vida. Lloro.

Más que nunca soy consciente de que estoy ahora volando en mi propio destino, lleno de presentes. Buscar un horizonte es buscar la muerte, ella es el horizonte de todo ser viviente, sin horizontes la vida es eterna.

Hoy he roto unos zapatos, eran viejos, llevaban muchas experiencias a cuestas.

Huele a incienso de ruda.

La gata muy gata me mira, duerme en el sillón.

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