5 de diciembre de 2012



No sé quién seduce a quién pero mi ventana y el Montseny  me ignoran entre sus abrazos. 

Tan pronto dejé a mi hijo en la escuela fui a ver a mi doctora, operó mi tumor hace más de un año. Siempre es un placer conversar con ella, rezuma humanidad, sabe y vive las implicaciones emocionales que conlleva el cáncer. Es una relación llena de afecto y cordialidad. Reír y compartir no es siempre fácil entre médicos y pacientes. 

Sorprendentemente  mis resultados de la biopsia ya habían llegado. Negativo, es benigno, todo está dentro de la “normalidad”. Se acabó mi angustia.

Ciertamente su recomendación y mi sentir coinciden, hay que quitar la matriz, en ella se generan tumores benignos, que dadas las circunstancias, entrañan un riesgo que ni yo ni médicos estamos dispuestos a asumir.

La normalidad que quieren hacerme creer nunca existió, la vida nos llena de peculiaridades, de experiencias únicas y fuera de lo normal. Queremos e insistimos en ponerle etiquetas a la vida, cuando en realidad la vida propia tiene nombre y apellidos, un nombre que nos presenta como seres únicos, unos apellidos que nos dan una historia personal. Somos multitud de reflejos en espejos que,  muchas veces,  juegan con sus curvaturas para definir momentos que nosotros distorsionamos hasta la normalidad.

La vida y la muerte son dos tumores que se extienden a lo largo de toda nuestra existencia. El mero hecho de existir no sirve para vivir, existir es tibieza, es hibernar en cada instante, en cada momento, existir nos condena a nuestra propia esclavitud. Vivir nos hace humanos, vivir nos hace peculiares, vivir nos hace libres. La vida nos experimenta.

Mi doctora hace nuevamente hincapié en el sobrepeso, es un factor de riesgo importante en el cáncer de mama. Adelgazaré sin agobios.

Sentir es pura metralla que penetra hasta lo más profundo,  es capaz de perforar cualquier barrera interna. Sentir hiere,  zarandea y  libera. Permitir que las barreras dominen nuestro mundo es mortal, porque nos distancia de todo y de todos.

La vida se construye con los cimientos intensos de la tierra, el aire, el agua y el fuego, la vida,  que en el papel se proyecta de palabras escanciadas por los mismos elementos, se expande. La vida…. La vida es una imparable hemorragia interna,  es una furia fantasma que siempre nos acompaña más intensa que nunca.

Mi gato muy gato duerme sobre mi mesa, suspira con aires gatunos.

Huele a café.

3 de diciembre de 2012



La ventana danza en la oscuridad, es la intimidad necesaria para deslizarse entre los brazos del Montseny. No puedo evitar sentirme celosa.

La semana pasada me practicaron un nuevo legrado, parece ser que en mi matriz se genera masa tumoral, benigna e  incómoda tanto para mí como para los médicos.

Siento estar nuevamente en un mismo punto, aunque sé que no es cierto. Quiero tener el convencimiento de que puedo vivir con la incertidumbre, pero no es así, la mente busca una certeza que termina por ser una tela de araña  en donde atraparte y hacerte prisionera.

En un mundo que ha tratado y trata de educarme en certezas, mi espíritu se mueve en la incertidumbre, mi corazón late en la incertidumbre y la mente, ese archivo que el tiempo se ha dedicado a llenar de recuerdos, tiempos y espacios imprimados de emociones caducadas,  es una trampa de certezas altamente volátiles y tóxicas.

Mañana toca patóloga mamaria. No controlo la tensión interna, es cierto que no llega a grado máximo pero está ahí, recordándome mis miedos, esos recuerdos tatuados de sabores metálicos,  lágrimas y rabias, momentos zarandeados por la intensidad. Ahí estaré, saliendo del hospital, tratando de liberarme y relajarme emocionalmente. No hay otra opción que seguir esperando  los resultados de la biopsia,  que no llegarán hasta el día 21.

El cáncer me ha robado y me ha regalado. Ha robado un pedazo de vida no vivida, solo sobrevivida, pero me ha regalado reconectarme a un yo misma que ni tan siquiera conocía, ha robado parte de la infancia y adolescencia de mis hijos, pero nos ha dado unos lazos tan especiales y fuertes que nos hacen volar sin límites a los confines de la vida. El cáncer es intenso y revelando mi fragilidad y mi fortaleza, mis carencias y mis cualidades me ha dado la oportunidad de saber que la vida y yo somos uno.

Esperar respuestas es extraño, porque a pesar de todo es inevitable operar la matriz. Con esta certeza casi alienígena llegará el día 21, equinoccio de invierno, donde la noche  más larga, más fría, más oscura e intensa, abrazará el día más corto, más pequeño en tiempo y espacio. Es una manera de sublimar mi espíritu. Día de realidades oficiales.

Mi sangre cabalga desbocada rezumando vida, mi pulmón se ha enamorado del aire y es capaz de depositarlo con amor por todos los bronquios, mi corazón explota como la dinamita en cada latido y mis pies acarician la tierra, mostrándole  un nuevo camino para llegar a los confines de mis propios horizontes.

Mi gato muy gato se desliza por el teclado del ordenador, me mira con mirada de gato, me siente terriblemente humana.

Huele a  incienso y  a café.

15 de Noviembre de 2012



La ventana sigue jugando con el Montseny quizás por esa razón están  alegres.

El día 2 de noviembre hace ya dos años que sigo en el camino de ser y estar sana.

Sigo sintiendo que no quiero la vida que tenía antes del cáncer, hago balance, no lo cambio, me he reconciliado con partes de mi misma que jamás hubiera pensado ni que existieran.

-Todo bien, hasta dentro de 6 meses- me dice mi doctora oncóloga. No puedo evitar llorar. Soy consciente de que cada vez que voy a visitar a cualquier médico tengo una tensión interna, es un animal dispuesto a desbocarse. Emociones encontradas  y  una mente que quiere estar en un espacio vacío, un espacio en donde a mi corazón le deja de importar si hay o no hay cáncer, porque ahora el cáncer y yo nos conocemos.

El cáncer ha medido mis capacidades, llegar a él en un ejercicio de interiorización ha sido  lo peor, porque yo he contribuido a mi enfermedad. No se puede mal vivir emocionalmente durante 12 años. Me ha costado tomar decisiones pero con ellas ha llegado la calma,  la vida y con ella, la lucha contra el cáncer ha sido un camino hacia la conquista de una nueva libertad, mi identidad.

Sigo en este periplo, hoy me han llamado del hospital, ya tengo hora para una pequeña intervención, hay que hacer nuevamente una biopsia de la matriz, esas células anormales no gustan. 

La llamada aunque esperada, la recibo con sorpresa, hay momentos en los que parece que todo termina y no es así. El brazo se sigue hinchando, el dolor aparece como aquel huésped inesperado y desagradable que pone el culo en tu casa y no sabes cómo echarlo. Despierta ese nervio conocido en el estómago, ese nervio que no quiero que despierte nunca, porque ahí está dispuesto a desbocarse en cualquier momento.

La doctora oncóloga es médico suplente, señala, educadamente, que no me tomo el tamoxifeno, es una hormona que inhibe los estrógenos, pero sus efectos secundarios en muchos casos son permanentes, la estadística no la tengo clara, sin información los pacientes lo tenemos muy difícil a la hora de decidir qué hacer. Lo razonable es que a estas alturas se informe con cierta objetividad, en el cáncer no todo vale. Los tratamientos dejan secuelas, en el caso del cáncer de mama, se empieza a hablar de fibromialgia entre otras cosas. No, señores, con el cáncer no todo vale. En mi caso ha primado mi sobrepeso, así que sin estresarme es mi objetivo, reducir de peso a medio plazo. Sigo con mi tratamiento homeopático, todo ayuda, incluida la dieta. Nos olvidamos que los pacientes somos los protagonistas y podemos hacer mucho por nuestra salud.

Hay momentos en los que siento que me pierdo y   mirar atrás me recuerda lo que no he sido capaz ni de ser ni de vivir. Sigo viéndome nuevamente en el hospital de día, con una intervención de anestesia general sin ingreso, post operatorio en casa, pero todo distinto. No es el día de la marmota.

Las emociones siguen siendo mi brújula, son la certeza de que en mis venas hay pólvora que estalla en cada latido y en cada latido hay  un nuevo amanecer, una nueva sensación. Día a día descubro el lenguaje de la vida, me alegra habernos casado, más que casarnos, la vida y yo estamos en simbiosis, no entendemos ser y estar de otra manera.

Donde seguía calzándome, ahora sencillamente la vida y yo estamos despojadas de todo aquello que teníamos, la vida y yo estamos desnudas, andando, sintiendo que todo brilla y se apaga al mismo tiempo, que todo muere y renace al mismo tiempo. Querer, pretender un destino es absurdo, porque el destino es uno mismo. En la vida existen muchas estaciones, he decidido no parar en ninguna, porque en el camino del eterno presente, en el eterno ahora, todo tan vacío, es donde todo sucede.

Más que recordar, vivo el presente con mis cicatrices y tatuajes. Las cicatrices abiertas son malas compañeras. Vivo a través de lo vivido, siento a través de lo sentido. He muerto para vivir y vivo para morir.

Huele a incienso de mirra y mi gato muy gato duerme plácidamente.

20 de Octubre de 2012



Mi ventana muestra un cielo a topos luminiscentes. La noche esconde a la montaña, el Montseny parece dormir, pero está despierto y alerta de lo que sucede. La ventana se ríe con este juego de apariencias.

La semana pasada fui a visitar a mi médico radiólogo, mi primera revisión. Un año pasa pronto, aunque metida en las 33 sesiones de radioterapia, es otra cosa. Lo cierto que me vestí para la ocasión, unos taconazos de 18 centímetros de plataforma rojos fueron la perlita de la tarde. Siempre tengo la necesidad de ir al médico como si se tratara de pisar una alfombra roja.

Son sensaciones extrañas, por un lado confiaba en que todo iba ir bien y por otro lado  me decía que ubicara a mi mente en el no esperar ni bueno ni malo, un espacio vacío, el único espacio en donde poder aceptar sin más.

Mientras conducía hacia el hospital sentí por primera vez que pasara lo que pasara ya no me importaba. La razón es que el cáncer y yo ya nos hemos mirado a la cara, sabemos lo que somos, así que el cáncer pasó de la zona desconocida  propicia a los miedos, a la zona de conocidos en la que los miedos son relativos.

La exploración fue dura, porque el dolor persiste y aunque cohabitamos bien el dolor y yo, tanto toqueteo lo intensificó, suerte de analgésico que tomé antes de salir. Me dio el alta en lo que respecta al tratamiento de radiología. El médico hizo referencia a una bolsa de líquido rojo que me pusieron durante  la quimioterapia, reacciona al tratamiento de radioterapia  cambiando la pigmentación de la piel, a estas alturas un matiz de color no es muy relevante. Me fui feliz de la consulta.

Hoy sentí tristeza, supe de alguien con cáncer, siempre me afecta. Sé que se sale, pero la contundencia del tratamiento me infunde respeto y acojona a cualquiera, porque los efectos secundarios son brutales, no hay que engañar a nadie.

Me alegró saber de su valentía y sentir que vivir es vivir. Será un placer emborracharnos en cuanto supere este trance.

Lo que dejo atrás es mucho y no lo cambio. El cáncer me ha hecho crecer, sentir y expresar todo lo que soy.

Leo con cierto reparo que muchas personas quieren tener la vida que tenían, yo no.

Durante este tiempo todo se ha ido recolocando, poniendo en su sitio, quien tenía que estar acompañándome ha estado y quien no, ha salido de mi vida.

El cáncer lo ha quemado todo, desde trabajo, familia, amigos, mi misma, todo ha renacido, con nuevo tono, nuevo color, nueva textura. Me siento mejor en este renacimiento.

Sigo enamorada de la vida, me caso con ella, es un compromiso diario, en cada gesto, en cada paso, en cada palabra. Soy consciente del destierro total de las distancias emocionales con todo lo que me envuelve, amo esa locura de sentir, aunque a veces me tiemble el ánimo hasta llorar a mares.

La semana que viene, nuevo análisis de sangre para mi visita a mi doctora oncóloga y finalizo con todo el preoperatorio. Una semanita movida.

Mi hija está nerviosa, con cada anestesia llega la incertidumbre del despertar. Confiamos en despertar todos los días, esa confianza nos emborracha, nos hace entrar en un coma etílico en donde sólo cabe la apariencia de vivir.

Para vivir no hay que temer, ni pensar, sólo sentir que todo late en la intensidad, que todo se expresa en la intensidad y la tibieza es un engaño en donde hacer esclavos a los hombres.

Vivir lo que uno es, sentir lo que uno es, es conquistarse y ser libre de todo lo que nos condiciona. Salir de la prisión hecha desde que nacemos no es fácil, pero es la única condición posible para conquistar la libertad de ser uno mismo.

Las palabras, los pasos, la transformación es fuego, tierra, aire, agua en su dimensión más absoluta, descafeinar la vida es un suicidio lento, sinuoso, doloroso y al umbral de la muerte asoma la nada vivida. Con la muerte me he tomado unas cañas, la miré y se fue con aspavientos por el todo vivido, de junio del año pasado hasta ahora ha llovido mucho, el todo vivido.

Huele a incienso y mi gato muy gato duerme plácidamente después de un gran banquete.