10 de Octubre de 2012



La niebla acuna la montaña, sólo veo su cima, lo demás se diluye. Es el Monseny que siempre manda en mis horizontes. Parece que mi ventana se ha enamorado.

Este lunes tocaba visita ginecológica, las dichosas células anormales en la matriz y nuevamente, tomar decisiones.

Cada vez que voy al médico, me siento atrapada en una tela de araña, pensé que todo acabó el último día de radioterapia y no es así. Donde el cáncer se fue quedan los daños colaterales sobre un cuerpo y alma cansados. 

Fue todo bien, las opciones eran sencillas, directamente un legrado para una nueva biopsia o tres meses más de tratamiento hormonal, según el médico el tratamiento hormonal era una pérdida de tiempo muy valioso dados  mis antecedentes, así que opté por el legrado directamente. Me sorprendió que no pusiera ningún inconveniente,  muchos médicos saben que los protocolos no son válidos para todos, que cada persona es un cuerpo, una individualidad, hay otros en cambio, que siguen el protocolo médico estrictamente, incluso a sabiendas del riesgo que eso supone para la vida del paciente. En este caso reinó el sentido común y la honestidad. Le agradecí este gesto de generosidad que habló mucho de sí mismo.

El silencio, ese silencio interno, ahí es donde se mecen las emociones en estado puro y en donde las certezas no son necesarias.

Mis pasos son pasos enamorados de la tierra que piso, del agua que bebo, de la música que escucho, del perfume de las flores, mis pasos son pasos enamorados de los abrazos dados y recibidos y de los paisajes que me envuelven. Son pasos dados por mi alma que calza mis pies, el camino y mis pies se funden, son uno, ahí todo vive y se manifiesta en su máxima expresión, donde yo soy.

Mañana toca visita a mi médico radiólogo, revisar las heridas que marcan mi cuerpo.

Las heridas son los calcetines con los que vestir mis pasos. Las heridas hacen memoria de lo vivido. Las heridas me recuerdan que los pasos siguen el camino del alma, ese sendero desconocido que nos conduce directamente a nosotros mismos. Perderse es perdernos. Saber es sabernos. Amar es amarnos. El alma nos expande y la mente nos ahoga.

Con cada prueba, con cada revisión me enfrento a la única realidad posible, el vacío, un espacio en dónde puede suceder cualquier cosa. No esperar nada, permanecer en el vacío, no es fácil. Las respuestas y la acción siempre nacen de uno mismo, las expectativas son absurdas, nos hablan de un futuro y éste no existe, es una idea en donde perder el tiempo y no vivir. Elijo vivir, elijo presente.

Huelo a mirra y mi gato muy gato duerme sobre de mi mesa, me mira sin entender por qué escribo. Él sabe que lo mejor es dormir, me mira con ojos de gato y me siente humana.

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