No sé quién seduce a quién pero mi ventana y el
Montseny me ignoran entre sus abrazos.
Tan pronto dejé a mi hijo en la escuela fui a ver a mi
doctora, operó mi tumor hace más de un año. Siempre es un
placer conversar con ella, rezuma humanidad, sabe y vive las implicaciones
emocionales que conlleva el cáncer. Es una relación llena de afecto y cordialidad.
Reír y compartir no es siempre fácil entre médicos y pacientes.
Sorprendentemente
mis resultados de la biopsia ya habían llegado. Negativo, es benigno,
todo está dentro de la “normalidad”. Se acabó mi angustia.
Ciertamente su recomendación y mi sentir coinciden,
hay que quitar la matriz, en ella se generan tumores benignos, que dadas las
circunstancias, entrañan un riesgo que ni yo ni médicos estamos dispuestos a
asumir.
La normalidad que quieren hacerme creer nunca existió,
la vida nos llena de peculiaridades, de experiencias únicas y fuera de lo
normal. Queremos e insistimos en ponerle etiquetas a la vida, cuando en
realidad la vida propia tiene nombre y apellidos, un nombre que nos presenta como
seres únicos, unos apellidos que nos dan una historia personal. Somos multitud
de reflejos en espejos que, muchas veces,
juegan con sus curvaturas para definir
momentos que nosotros distorsionamos hasta la normalidad.
La vida y la muerte son dos tumores que se extienden a
lo largo de toda nuestra existencia. El mero hecho de existir no sirve para
vivir, existir es tibieza, es hibernar en cada instante, en cada momento,
existir nos condena a nuestra propia esclavitud. Vivir nos hace humanos, vivir
nos hace peculiares, vivir nos hace libres. La vida nos experimenta.
Mi doctora hace nuevamente hincapié en el sobrepeso,
es un factor de riesgo importante en el cáncer de mama. Adelgazaré sin agobios.
Sentir es pura metralla que penetra hasta lo más
profundo, es capaz de perforar cualquier
barrera interna. Sentir hiere, zarandea y
libera. Permitir que las barreras
dominen nuestro mundo es mortal, porque nos distancia de todo y de todos.
La vida se construye con los cimientos intensos de la
tierra, el aire, el agua y el fuego, la vida, que en el papel se proyecta de
palabras escanciadas por los mismos elementos, se expande. La vida…. La vida es
una imparable hemorragia interna, es una
furia fantasma que siempre nos acompaña más intensa que nunca.
Mi gato muy gato duerme sobre mi mesa, suspira con
aires gatunos.
Huele a café.
No hay comentarios:
Publicar un comentario