23 de Enero de 2013



El Montseny se levantó nevado, despejado y con ganas de bailar, los veo juntos, ventana y montaña bailando, estremeciéndose, fusionándose en uno.

Llegaron los resultados, todo bien, todo limpio, no más intervenciones ni hormonas. Libre.
Suspiro profundamente y me sorprende mi alegría contenida.

Ahora ante mí un presente incierto, una página en blanco en donde escribir todas las posibilidades.
Libertad absoluta de  hacer, el tiempo escanciará los acontecimientos y  yo,  como siempre,  viajando hacia dentro de la vida.

En casa se respira la sensación de entrar en otros tiempos, inciertos, pero otros tiempos desligados de mi pasado  y de certezas caducadas.

Cocinar se está convirtiendo en un verdadero placer, no hay como tener los sentidos castrados durante un tiempo, para ser consciente de su magia, fueron enemigos y ahora, los sentidos recobran su espacio. Reconciliación en toda regla.

La vida  corre libremente creando un mar de posibilidades, andar con libertad da vértigo, porque uno mismo acaba siendo consecuencia y causa, indistintamente.

Ahora solo quedan daños colaterales con los que convivir. He pactado con ellos, sólo pueden manifestarse en sintonía con mis tiempos y no los suyos, o sea nunca.

Todo ha cambiado, ahora una soledad amiga me abraza a diario, casa, amigos, familia, todo es distinto, es más propio y libre a la vez.

Soy consciente de la incertidumbre que existe ahora, porque una etapa  ha terminado, ahora los controles de rutina cada seis meses medirán mi tensión emocional interna, los miedos están relajados, porque el cáncer y yo nos hemos medido, nos conocemos y gracias a él, mi ahora es con toda la fuerza. Aquí y ahora absoluto. 

No hay una dimensión certera del ahora, nacer en una sociedad que nos hace creer en certezas, un trabajo para toda la vida, una casa para toda la vida, como si con ello alargáramos la existencia, nos ha hecho esclavos de lo ajeno y con ello hemos asesinado parte de nuestra propia existencia, dejando y abandonándonos a un futuro inexistente, porque al ausentarnos del ahora, poca cosa construimos para mañana.

No tengo hoja de ruta, porque la vida llega sin instrucciones para ser vivida. Nacemos gritando libertad, vivimos esclavos de nosotros mismos y morimos, la muerte es más diplomática porque nos abre la visión, una visión profunda de lo que fuimos en un tiempo llamado vida. Una visión despojada de todo condicionamiento, una visión desnuda, estremecedora, porque lo hecho queda rubricado. La muerte nos muestra lo vivido.

Cada latido bombea la nitroglicerina de la que está hecha mi sangre, mis venas soportan la intensidad porque de ellas emerge la valentía de andar pasos inciertos.

Ahora el café es más café que nunca, es intenso, derrapa por mi garganta y me muestra los sedimentos del instante bebido con los sentidos ocultos despiertos. Los sedimentos, transformados y distintos en cada taza me tranquilizan, porque la eternidad es más efímera que nunca.

Huele a café y mi gato muy gato duerme plácidamente en el sofá.

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