Días grises de lluvia. El Montseny ha descansado bien
y hoy seduce sin vergüenza alguna a mi ventana, danzan. El aire huele a primavera.
He ido al banco, estoy en la lista negra, si no sales
tu del sistema, te sacan, estará bien porque me ahorrarán trabajo. Al salir veo
a F. como siempre nos saludamos
efusivamente, hace años que nos conocemos. Llegó la mirada, me aprieta las
manos y me dice – tu enfermedad, el cáncer, ha llegado a mi familia- yo me
quedo petrificada y le pregunto -¿tu?- y ella me contesta serena – mi marido-
La mirada, el abrazo, el momento fue intenso.
- Pensar en ti me da fuerzas, ahora sé lo que
significa que todo se va- me dice con los ojos brillantes, apretándome las
manos, llevándoselas a su corazón. – Gracias por existir y compartir- añade. Yo me quedé en silencio, sin saber
qué decir, los ojos querían llorar a mares, pero no, ahí estaba yo, cogida de
las manos de esta mujer luchadora. Detuvo el desahucio y ahora lucha con uñas y
dientes, porque las dos entendemos que la vida es vida y un golpe de esta
magnitud no puede aturdirte, un golpe así te empuja a vivir como nunca has
vivido.
Sigo en el ahora, lleno de
incertidumbres. Pasos certeros para un presente incierto. Sigo sin puntos de
referencia, está bien porque la vida no deja de sorprenderme.
Me comparto, porque quiero poner
palabras a lo que siento y vivo, no hay más. Aunque F. me reconozca, para mí es
un honor nuestra amistad, siempre llena de silencios, mujeres que nos hemos
cuestionado lo que somos, necesitamos muchas veces de aquella palabra amiga
para abrir nuevamente nuestro propio
cielo. F. siempre me ha abierto los cielos con la magia de sus palabras.
Parecía que este viaje terminaba, no
es así, hay un antes, un durante y un después que no puede obviarse.
Siento que la vivencia me ha
conducido a una parte desconocida, no quiero, y lo repito muchas veces, mi vida
tal como la entendía antes, porque en esta incertidumbre duermo, danzo, me
siento feliz. En esta realidad incierta yo soy y me expreso lo que soy, sin
miedos.
Esto es una marca, un sello, un
tatuaje de por vida. Saber que en mi están muchas lecciones aprendidas, otras
suspendidas y otras repetidas, ahora es vivir sin esperar, aprender de la
lluvia, del viento, de la tierra, del fuego, ellos se manifiestan porque son,
se expresan porque son. Andar porque se es.
Ayer mi hija me preguntó ¿qué era el
patrimonio? Le contesté que el patrimonio es lo que nos hace morir ante la
vida. Tener sustituye a ser. Ahora en los tiempos que corren no todos tienen
derecho a tener, ya se ocupan los bancos y el gobierno en sacar del sistema a
personas que con su trabajo pagan una hipoteca por sus casas, sino pueden
pagar, desahucian y degradan la condición humana. No tener te hace descender a la categoría de
persona muerta socialmente, pero la magia de la vida es otra, los desahucios
han despertado la solidaridad, ese movimiento nos ha recordado lo vivos que
estamos, todos aquellos que tenemos la capacidad de compartir lo que somos, los
demás no son humanos, son animales, nuevos depredadores, son los nuevos
zombies, personajes sin conciencia que se consideran con derecho de decidir
quién es humano y quién no. Estos personajes gobiernan y dirigen empresas llamadas bancos.
Después de este discurso, mi hija,
muy hábil, me contestó - quizás mejor ser libre y no tener para estar conservando
algo absurdo, mejor vivir-
Realmente es así, vivir, saber que en un instante
puedes morir, aquellos que realmente viven son lo que tienen capacidad de
morir. La vida y la muerte se tornan un acto de valentía.
Este “después” está
lleno de magia y valentía.
Me siento en la misma mesa que la vida y la muerte,
las tres conversamos, nos miramos fijamente. Mi propia trinidad, vida, muerte y
ser humano.
Por fin he conseguido hacer mi primer pastel, un
bizcocho de sabor a limón.
Vivir es un acto que se arrebata a la muerte.
Huele a ruda y mi gato muy gato ha decidido dejarme sola,
sabe que no me importa.
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