20 de agosto de 2014

El Montseny se diluye entre las nubes, tiene derecho a su intimidad, uno desconoce lo que puede pasar por la cabeza de una montaña, suponiendo que tenga cabeza, aunque a decir verdad, hay montañas con cabeza y seres humanos sin cabeza.

Otro día que amanece extraño. La soledad lleva nombre de cáncer, es una soledad embriagadora pero amigable. La enfermedad obliga a reconciliarte con esa soledad que muchas veces derrapa arañando las entrañas.

Quizás tenga un gran poder de regeneración. Vives o mueres, como decía Sexton, no hay más.

El sol puede enternecer el corazón, pero su luz araña mis pupilas y despierta el demonio que habita en mí.

Veo las nubes desde mi ventana y el verde mustio del campo, el calor dejó de azotar y la luz brilla entre las nubes, la vida sigue, para Cronos  los acontecimientos carecen de importancia.

El tiempo todo lo devora y deja un matiz añejo en la piel. Así vives, así eres.

Aceptamos sentirnos cosa, como si la humanidad en nosotros mismos pudiera estratificarse. Es lo que tiene reflejarnos en un espejo roto.

Hoy el dolor es terco y no hace caso de nada, el brazo pierde su fuerza. La cicatriz sigue siendo reciente.

Volvemos a ayudarnos. Amigas cercanas y sin distancias emocionales.

Recuerdo a M.A. y a su marido, cogidos de la mano, superando lo que a veces parece imposible, son héroes. Curioso cómo buscamos  héroes de papel, en realidad  hay un héroe que hiberna dentro de nosotros.

¿Qué pasaría si el miedo cruzara de acera y ya no nos perteneciera?
¿Tendríamos miedo si los muertos nos susurraran que la muerte está de nuestro lado?

Mejor no preguntar.

Huele a salmón con huevos, nata y queso. Cocinar me gusta y con ello mi paladar sigue reconciliándose con los alimentos. Todo llega, es cuestión de paciencia y aceptar que nada es igual.

El ahora presenta unos precipicios  difíciles de vivir pero se viven.

Mis hijos son héroes de lo cotidiano, ellos, tan despiertos a la vida, viven sintiendo que la tierra mojada pervive bajo sus pies descalzos, esa tierra es Ítaca, dejando  de ser extraña e inalcanzable.

Ulises es un duende que permanece en nosotros y, de tanto en tanto,
 emerge, como  el Minotauro blanco, es la inocencia que asoma de vez en cuando y  nunca debió beber sangre.

La vida sigue siendo una metralleta dispuesta a disparar y a levantar la tapa de los sesos, a cualquiera que no esté dispuesto a vivirla.

He encendido una vela, el aire susurra y  juntos,  dibujan en el aire una sinfonía de formas que no puedo definir con palabras.

Hoy mi gato muy gato juega con mis zapatos, me mira desafiante, él es consciente que gana porque yo soy humana y él es un gato.

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