1 de octubre de 2015

Luce el sol entre las nubes. La montaña,  húmeda por la lluvia, parece no importarle el calor.

Hoy es de esos días que la sed de escribir es implacable, hoy  una persona maravillosa ha subido en el tren nocturno de la vía láctea.

Honesta, sincera, con el cáncer a cuestas, la vida no puede ser aplazada y eso las dos lo sabíamos.

Perdimos el pelo, nos dejamos la cabeza al aire sin miedo al qué dirán. Sabíamos que con cada quimio nuestros sentidos cambiaban y nunca sabíamos hasta cuándo. Aceptábamos lo que venía,  el cáncer fue un caballo desbocado,  no dio tregua y la vida siguió midiéndonos la capacidad de vivir.

Ser intenso implica ser un enfermo, un excéntrico o un anti social. Ser intenso es ser mucho más  humano y más libre.

He comido una sopa muy caliente. Mi hija tiene ganas de que haga croquetas. Disfruto de la cocina, es una forma de dar, cuidar y expresar lo que siento. Hoy la sopa rezumaba tristeza.

El cáncer  saca de ti la mejor versión, a veces algunos enfermos  le damos las gracias. Es así, con la enfermedad sacamos esa parte que hibernaba desde hacía mucho y, por miedo u otras circunstancias, no nos permitíamos expresar.

Sí me siento triste, pero sé que Esperanza era de pocas tristezas, porque ya teníamos bastante con el dolor y estar con una agenda repleta de visitas al hospital.

Todos tarde o temprano viajaremos en ese tren, hacia la vía láctea, un viaje a otra realidad, un lugar llamado muerte.

Yo no tengo el alta, me faltan cinco años más, a veces tengo miedo, otras confío, pero una  sombra  siempre va conmigo.

Hoy tengo fiebre, estoy resfriada, pero eso no es excusa, nada es excusa, vivir no puede aplazarse,  ni la vida puede aplacarse. Muere lo que más vive.

A veces me pregunto si el camino que ando es el correcto, si escribir es lo correcto, las respuestas son silencios que llena la vida.

Huele a té con bergamota.

Mi gato muy gato duerme a mis pies.

19 de mayo de 2015

El Montseny está escondido detrás de las nubes, son oscuras, grises, llenas de pensamientos grises.

Poco a poco después de casi un mes entrando y saliendo de hospitales, los niños y yo conseguimos llevar una vida más ordenada. Fuera sustos.

Me parecía lejano el día en el que me podría organizar sin que me pareciese una carga. Ahí estoy. Cocinando y experimentando nuevos sabores, eso sí, de manera comedida.

Recibí un correo electrónico de mi buen amigo M., mandándome  un artículo en el que una mujer decía lo siguiente: “Los médicos te curan el cáncer y después ¿quién te devuelve tu vida?

El proceso del cáncer de mama es, en primer lugar, mientras te están tratando, sobrevivir a lo más esencial, textualmente, lo más esencial, comer, salir a la calle, dormir, oler. La quimioterapia transforma todos los sentidos, desde el oído hasta el tacto. Sientes que aquel cuerpo que conocías y que tantos años te acompañó ya no es el mismo. El cambio es brusco. A veces pensaba que mi cuerpo en realidad no era mío.

La relación que se establece médico/paciente es un tándem, el médico no puede apropiarse de tu cuerpo y decidir por ti. Sincerarse de los pros y los contras, de todas las alternativas, en cuanto al tratamiento se refiere,  es crucial.

Después la aceptación, pasa lo que pasa y punto. Aceptar en el sentido más amplio de la palabra, es aceptar también  la parte de responsabilidad de uno mismo. Muchos años de estrés me pasaron factura.

Luego llega la reconstrucción. En el cáncer de mama el yo mujer está roto, descompuesto, diluido. Te haces muchas preguntas que por el momento no tienen respuestas. El tiempo y la acción diaria son los que dan respuestas coherentes.

Dependiendo del tipo de tratamiento,   el cambio hormonal es tan grande que impide a la mujer tener relaciones sexuales, por eso ha de haber un reencuentro con la pareja. No es mi caso, pero conozco el de compañeras que sus parejas no entendían lo que pasaba, pensaban que el cáncer acababa con el tratamiento. No es cierto. Las secuelas están ahí, acechantes, expectantes, dispuestas a manifestarse en cualquier momento, en mi caso un hipertiroidismo.

Me gusta ver el prado desde la ventana de mi estudio, las nubes se han ennegrecido, es el abismo que  viene a buscarme, no sabe que llevo metralla en mis huesos y,  mi sangre está hecha de nitroglicerina. Vivir sin horizontes ni fronteras. Ser. Encontrarse para no perderse uno mismo. Libertad.

Las primeras gotas de lluvia me dan las gracias por volver a escribir, quién sabe,  quizás escriba un libro. Eso lo dejo para la Sra. Incertidumbre y la Sra. Vida, con sus habilidades, todo es posible.

La palabra es un reto, una conquista, ha de llevar fuego, ha de vivir en el fuego y yo vivo en el fuego.

Huele a incienso, humea.

El gato muy gato duerme profundamente. No le importa el momento.

15 de Mayo de 2015

Entre el sol y el Montseny se alza el silencio. Muchos meses, demasiados. Ahora descansan.

El silencio contiene los restos del ayer, cadenas invisibles que han de liberarse.

Todo es incierto, después de estar casi un mes entrando y saliendo de hospitales por los efectos secundarios a largo plazo de la quimioterapia. Hipertiroidismo.

Sigo adelante expresando lo que derrapa en mis entrañas.

La incertidumbre permanece.

Ahora, de tanto en tanto,  hago la comida salada. Parece que los sabores dejan de enturbiarse.

Necesito el silencio como el aire. En él se contiene todo y yo en la nada me siento más libre que nunca.

Hipertiroidismo,  la causa de mi brusca bajada de peso. La sensación de ligereza es importante. Me desprendí de una gruesa maleta histórica, mi grasa de toda una década. Lo importante ahora es no acumular y no perderme de vista.

Hoy en mi visita a mi doctora oncóloga reinó la paz, el cariño, las sonrisas. Para un médico y más para R. darme buenas noticias es esperanzador y calienta el alma. Todo bien. Ni colesterol ni menopausia. Todos mis calores provienen de las tiroides. Es un calor seco, ni  sudoración ni emoción.

Sobre mi mesa, justo al lado del teclado del ordenador, "España, república de trabajadores" de Ilya Ehrenburg,  su lectura  me arponeará y  sentiré el dolor de una herida abierta. 

Los pájaros ennoblecen el paisaje, lo agasajan de cantos. El silencio diluido entre los pájaros.

Agradezco la tranquilidad y la serenidad que siento a ratos, hay demasiado ruido contenido en mí.

Huele a infusión de regaliz.

Mi gato muy gato está descansando en la ventana.