19 de mayo de 2015

El Montseny está escondido detrás de las nubes, son oscuras, grises, llenas de pensamientos grises.

Poco a poco después de casi un mes entrando y saliendo de hospitales, los niños y yo conseguimos llevar una vida más ordenada. Fuera sustos.

Me parecía lejano el día en el que me podría organizar sin que me pareciese una carga. Ahí estoy. Cocinando y experimentando nuevos sabores, eso sí, de manera comedida.

Recibí un correo electrónico de mi buen amigo M., mandándome  un artículo en el que una mujer decía lo siguiente: “Los médicos te curan el cáncer y después ¿quién te devuelve tu vida?

El proceso del cáncer de mama es, en primer lugar, mientras te están tratando, sobrevivir a lo más esencial, textualmente, lo más esencial, comer, salir a la calle, dormir, oler. La quimioterapia transforma todos los sentidos, desde el oído hasta el tacto. Sientes que aquel cuerpo que conocías y que tantos años te acompañó ya no es el mismo. El cambio es brusco. A veces pensaba que mi cuerpo en realidad no era mío.

La relación que se establece médico/paciente es un tándem, el médico no puede apropiarse de tu cuerpo y decidir por ti. Sincerarse de los pros y los contras, de todas las alternativas, en cuanto al tratamiento se refiere,  es crucial.

Después la aceptación, pasa lo que pasa y punto. Aceptar en el sentido más amplio de la palabra, es aceptar también  la parte de responsabilidad de uno mismo. Muchos años de estrés me pasaron factura.

Luego llega la reconstrucción. En el cáncer de mama el yo mujer está roto, descompuesto, diluido. Te haces muchas preguntas que por el momento no tienen respuestas. El tiempo y la acción diaria son los que dan respuestas coherentes.

Dependiendo del tipo de tratamiento,   el cambio hormonal es tan grande que impide a la mujer tener relaciones sexuales, por eso ha de haber un reencuentro con la pareja. No es mi caso, pero conozco el de compañeras que sus parejas no entendían lo que pasaba, pensaban que el cáncer acababa con el tratamiento. No es cierto. Las secuelas están ahí, acechantes, expectantes, dispuestas a manifestarse en cualquier momento, en mi caso un hipertiroidismo.

Me gusta ver el prado desde la ventana de mi estudio, las nubes se han ennegrecido, es el abismo que  viene a buscarme, no sabe que llevo metralla en mis huesos y,  mi sangre está hecha de nitroglicerina. Vivir sin horizontes ni fronteras. Ser. Encontrarse para no perderse uno mismo. Libertad.

Las primeras gotas de lluvia me dan las gracias por volver a escribir, quién sabe,  quizás escriba un libro. Eso lo dejo para la Sra. Incertidumbre y la Sra. Vida, con sus habilidades, todo es posible.

La palabra es un reto, una conquista, ha de llevar fuego, ha de vivir en el fuego y yo vivo en el fuego.

Huele a incienso, humea.

El gato muy gato duerme profundamente. No le importa el momento.

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