19 de abril de 2017

El sol y el viento son los protagonistas. Ellos me han susurrado que soy un átomo de la Vía Láctea, en perpetuo movimiento.

Después de dos años de descanso obligado,  retomo la escritura. Han sido dos años duros, mis tiroides han tiranizado mi vida. Volví a desconectarme de lo que soy.

Llevamos meses mi hijo y yo releyendo todas las noches el Señor de los Anillos. Una historia con un comienzo y un final, con un nuevo comienzo. Me encanta que con 10 años mi hijo la haya resumido  de esta manera:
– Mamá es una historia real de otro mundo. Hemos de conocer las historias de los otros mundos.
–¿Por qué? – le pregunté sin más.
– Porque nunca se sabe hacia dónde se viaja.

Enmudecí.

Ésta y otras muchas alegrías de la vida cotidiana son un regalo y un bofetón para despertar mi conciencia que languidecía desde hace tiempo.

Haciendo limpieza de archivos, he encontrado la correspondencia que mantenía con una gran amiga, tenía cáncer con metástasis en hígado y páncreas, el tratamiento era tan agresivo que le imposibilitaba hacer  cualquier cosa, no podía ni moverse ni comer, un horror. Preservando la intimidad de esta mujer maravillosa y su familia, la llamaré Paula, un nombre bonito y acorde con su alma.

Una noche me conmovió lo que escribió, en nuestro viaje compartido, me dio las gracias porque esa felicidad efímera que yo describía en este blog y vivía, la hizo suya, yo entre triste y alegre me emocioné  por su valentía y palabras sinceras.

Decidió compartir conmigo su decisión: abandonar el tratamiento y vivir el tiempo que le quedaba como siempre había querido, jugando con su hijo de 9 años y disfrutar del amor de su marido.  Sí, murió al cabo de pocos meses. Muchos pueden pensar que fue una cobarde, para mí fue la mujer más valiente, mejor dicho,  la persona más valiente que he conocido nunca,  y yo fui una persona privilegiada por haber tenido la suerte de compartir las noches de insomnio que la quimioterapia nos regalaba. Una noche me hizo prometer que seguiría escribiendo. Promesa que no he cumplido durante estos dos últimos años.

Podría justificarme, pero eso sería engañarme, es cierto, no he escrito y lo poco que he hecho me ha disgustado, la vida seguía clavándome espolones de metal en el alma.

Volví a cabrearme con la vida, me negué a escucharla, me negué a aceptar que había desarrollado la enfermedad autoinmune de Graves-Basedow, afectando a mis tiroides y mis ojos, por suerte la medicación está haciendo efecto y ahora gozo de cierta normalidad.

Un hecho tan simple como hacer limpieza del ordenador ha sido el detonante para que algo estallara en mi corazón.

Paula viajó y menudo viaje, lo celebró y la vida la descarnó, la hizo libre y auténtica.

Sí el cáncer que todo me lo ha quitado, me lo ha dado todo. Es una paradoja que pocos entienden. Ambas siempre decíamos que la vida estalla por todos los rincones del universo, a veces tanta vida conlleva la muerte. Sin ningún miedo, porque en este país, llamado nosotras, quizás la vida sea diferente.

Desde hacía más de siete años que no preparaba buñuelos de viento, me gusta llamarlos así, me parece absurdo llamarlos buñuelos de pascua, como si no se pudieran comer el resto del año.

A veces me imagino que la vida es en realidad alguien que nos ve desde no se sabe dónde, ese alguien come palomitas y bebe cerveza desde no se sabe dónde, ese alguien dios o diosa o dioses nos observan y se descojonan de la absurdidad humana. Sí,  me imagino que dios/diosa/dioses son bebedores de cerveza y devoradores de palomitas. Tal como dice Michio Kaku en el libro Universos Paralelos, el universo es participativo, pues venga participemos todos en este escenario de risas, llantos, cabreos, sarcasmos, ironías.

A estas alturas dudé con seguir adelante, pero hablar con alguien a quien quiero y que la distancia no nos ha permitido dar un abrazo, terminó por rubricar mi decisión, a ella la llamaré Libertad, ella es sin lugar a dudas un impulso para seguir comiéndome la vida con unos tacos de jamón, de queso y unas copas de vino o jarras de cerveza, no importa, el hecho es celebrarnos que somos y que le den a todo lo demás.

Por fin ha llegado el día, ese día en el que te miras al espejo y decides que a partir de hoy la pasión lo llenará todo y al girar la vista, observando el baño, el plato de ducha, el inodoro, el dosificador del jabón, todo tiene un nuevo brillo. 

He mirado por la ventana el campo, la hierba crece sin miramientos, vuelvo a ver la intensidad; y sigo adelante, porque tanto el viento como la tierra, tanto el agua como el fuego reivindican mi nombre, reivindican que la vida está dentro de mí,  azarosa y nervuda por manifestarse, por apropiarse de todo, y yo  me abandono ante ella.

Apuro una copa de coñac.

Huele a mirra, camiphora myrrha.

Mi gato muy gato ronronea sobre mis piernas, me mira y me recuerda que soy una humana muy humana.




No hay comentarios:

Publicar un comentario