16 de diciembre de 2010

El día ha despertado feliz, pero el cansancio estaba ahí. Quiero sobreponerme pero es complicado, cuando la mente y el espíritu tienen un ritmo y el cuerpo otro es una mierda.

Tengo ganas de hacer cosas, pero la astenia puede conmigo. Al mediodía me ha tocado claudicar.

Ha venido N. y he estado acostada en la cama. Hemos hablado de mi enfermedad y del proceso que estoy viviendo. Realmente tengo que aceptar que ahora mi ritmo es otro, sé que soy cabezota. No sería yo si renunciara.

Es una de cal y una de arena, prácticamente no tengo problemas con la comida, las digestiones ya no son molestas. He tenido más hambre.

Hemos puesto el árbol de navidad, con los niños, lo hemos pasado en grande. Le ha faltado poco tiempo a la gata para saltar y juguetear con los adornos navideños.

No es una Navidad triste, todo lo contrario está llena de esperanza y nuevas perspectivas. Mi vida en tan poco tiempo se ha transformado. Ahora todo un nuevo mundo para descubrir y andar.

Iba a restaurar el talón de mis botas de montaña, no lo haré, ellas son mis viejos pasos, un pasado que no olvido pero que no puede calzar mi presente. Necesito calzado nuevo para esta etapa.

El pelo se despide de mí, aunque todavía me quedan pestañas. Su despedida está llena de sutilidades.

Mi amada soledad siempre trae los ecos de mis abismos, es aquella parte oscura que habita en mí, llena de miedos y demonios que a veces pretenden devorarme, sencillamente me río de ellos, son los ecos de un pasado que busca permanecer en mi presente.

Es la tristeza que pincela mis pensamientos, quiero navegar en este océano presente, realmente no importa el oleaje, es mi presente. Que sean las estrellas las que me guíen a tierra firme.

Por momentos estoy perdida, sin saber por qué, metida en la cama, en mi casa y la sensación es de estar perdida en no sé muy bien qué. Si el cansancio no me devora, me gustará pasear por la playa donde mi mente encuentra su punto cardinal.

Me palpo el tumor, no sé si está igual, porque con lo que he adelgazado, mis manos se sienten desorientadas, quiero pensar que ya se ha hecho más pequeño.

Latidos, son los míos, camuflados entre la respiración, siento una fuerza que aumenta, una energía que necesito sacar, sino creo que estallaré. La música consigue calmar la fiera que está jugando dentro de mí.

Huele a mirra, mi hija lee y la gata duerme con mi hermana.

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