7 de julio de 2014

Montserrat juguetea entre la niebla, es distinta y distinguida.

El silencio, ese silencio que se escapa, ese silencio del que huimos, es ahora mi compañero.

Nadie dijo que la vida era un camino fácil, es un camino lleno de emociones contenidas que gritan expresarse.

Uno se olvida de lo que en realidad es, acabamos siendo prófugos de nosotros mismos.

Huele a tierra mojada, quizás el silencio huela así.

Compartir esta estancia con mujeres que buscan encontrar sus almas perdidas, en un tiempo llamado pasado que  pesa y se carga con demasiada naturalidad, es una experiencia que seguro me hará más fuerte y consciente de mi fragilidad.

Camino lleno de soledades, para nada solitario, donde compartir es esencial.

Mis músculos están congestionados, es la tensión que siempre tengo en mis viajes, quizás sean los miedos y las resistencias, pero sigo dando pasos.

No me resigno a creer en nada que no sienta,  aquello que siento es lo que es, lo demás son condicionamientos trazados por quienes quieren asesinar la esperanza, por quienes quieren hacernos creer que somos esclavos de un sistema que nos atrapa.

Somos libres y quien crea lo contrario está muerto, aunque piense que está vivo.

Hoy la magia de la vida sigue estando más viva que nunca, sé que puedo equivocarme, pero ante todo equivocarme es la oportunidad que la libertad me brinda. Aprender y ser libre implica equivocarse.

La comida en el monasterio es sencilla pero llena de amor. La compañía es un regalo.

Huele a tierra mojada y seguramente mi gato muy gato estará relajado.