19 de Enero de 2011

Esta noche la claraboya ha permanecido despierta, la luna nos acariciaba. Las cuatro de la madrugada, madrugada lunar.

La vida es un reflejo de lo que somos.

Empiezo a tener un nervio en la boca del estómago, pocos son los días que faltan para la próxima quimio. No quiero pensar.

Sé que mi vida está cambiando más de lo que me imagino. Ansío pasear por la playa.

El mar tan propio, nos deleita con una sinfonía reflejo de su poder, meciendo las emociones tan vivas a su antojo.

Teóricamente hoy iba a ser un día sin sorpresas, pero éstas llegan avivando la llama de la vida. Desconcertante. Quizás debiera ser lluvia, debiera ser polvo, quizás debiera ser hoguera o quizás debiera ser brisa, total expresión de la vida. Más desconcertante.

Escucho y las palabras recorren mis sentidos, a veces me hablan con palabras ausentes, siguen olvidando que todo palpita, aunque sean palabras equivocadas y ausentes.

Las inercias son peligrosas porque conducen a engaños. Cuando la vida es un engaño y así la vivimos, termina por pasarnos factura. Morimos de la peor manera, ocupando un asiento, observando, esperando vivir en algún momento.

Mostrarse uno tal cual, es un gesto lleno de valentía, ser en esencia, totalmente libres una necesidad. Vivo en un mundo con hambre de humanidad creativa.

Mi mente se agota fácilmente, pero son mis pasos marcados en los surcos de mi piel, tatuando lo vivido, en un pasado de eterno presente. Memoria tatuada.

Espero dormir mejor esta noche y que los fantasmas de la quimio, sean simples seductores de miedos que mi valentía ahuyente. Los invitaré a tomar una cerveza si decidieran quedarse, al menos juntos reiremos.

Los destinos se cruzan.

Huele a incienso de canela.

La gata muy gata duerme con mi hermana.

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