Hoy el Montseny me recuerda que vivir no tiene secretos. Montaña y sol
juegan juntos.
He conocido a una mujer como pocas, en sus heridas están mis cicatrices.
Impresionante. Su batalla, que fue la mía, se llama cáncer de mama.
Conocerla, hablar, compartir sentires es un regalo.
Ha venido con su familia llena de miradas cómplices.
M.A. sabemos que alrededor de la enfermedad existe mucha
incomprensión, en este camino de largo
recorrido, la soledad desgarra el alma hasta despedazarla. El dolor, va más
allá del dolor, cada sesión de quimioterapia te llena de un dolor desconocido y
cuando en el proceso piensas que no hay más, el dolor sube varios peldaños en
una escalera que parece no tener fin.
¿El tiempo? No se puede hablar de un tiempo que no existe, solo esperas que en esos
momentos de soledad perturbadora, los que te rodean logren comprender lo que
incluso para un enfermo de cáncer no está a su alcance.
No puedo evitar mirarla y ver en sus ojos un mundo que ha lacerado su alma, haciéndola sangrar hasta lo insufrible.
Hablar y expresar sentires es importante, cuando hablas de la enfermedad con
total naturalidad, como quien va a comprar a un supermercado, significa haber
superado esta treta de la vida.
El cáncer es una trampa para pararte en seco, para hacerte creer que la
vida se escapa y se va, y más cuando los médicos juegan a ser un dios vestido
de blanco, extendiendo órdenes de desahucio como si fueran recetas.
Recientemente alguien me dijo que parecía una adolescente. No. Un
adolescente vive las sensaciones y sentimientos de forma desproporcionada, las
hormonas juegan en su cuerpo, en el caso de personas como yo, sentimos la vida
con intensidad y somos muy conscientes de ello. Despiertas cada mañana con una sonrisa, la
vida ha decidido permanecer y, en sus múltiples aspectos, grita para que la tengas en cuenta y la
sientas.
A veces la sombra de los condicionamientos aparece, lejos de cautivarme la
exorcizo de la mejor manera, viviendo con intensidad.
El café con leche estaba hecho con todo el amor de M.T.
Hoy día 13, la vida tiene mucho más
sentido para mí.
M.A. ha venido desde Madrid con una
hoja de desahucio bajo el brazo, ha decidido ver a sus amigos, estar con ellos un tiempo que
ya no tiene certezas.
Hablo con su marido y le expreso que vivir sin certezas es duro, pero te
acostumbras. Al final lo que queda es lo que das y lo que cada uno puede
aceptar de ti. Nuestra realidad es vivir tal como sentimos, sí sentir, porque
el centro o equilibrio es un engaño para dejar de vivir.
Mirar y adentrarse en la mirada de un enfermo de cáncer, asusta a aquellas personas que tienen miedo a
vivir. Es una mirada sin derrota, es una mirada que despedaza los demonios de
una vida pendiente de vivir.
M.A. sabe que mis palabras están
escanciadas con un solo propósito, son para ella, cada pensamiento, cada
secuencia de estas palabras, están escritas con el fuego que llevo dentro. Es un
fuego que se aviva, cuando la
incomprensión de médicos y de los que nos rodean hiere, pero también es un
fuego que se alimenta de esperanza y comprensión, por aquellos que, como nosotras, nos compartimos, haciendo de esta batalla una
batalla distinta, una batalla en la que nos conquistamos y somos más auténticos.
El cáncer nos llena de una verdad profunda, abisal, una verdad solo
experimentada por aquellos que han vivido y visto lo que nadie debería ni ver ni vivir.
La locura es la cosificación del paciente por parte de la casta médica, es
cierto, no todos, pero siguen habiendo demasiados humanos de bata blanca
sintiéndose un dios humano que, al
cosificar al paciente, se cosifica a sí
mismo.
Le cuento a M.A. que es tiempo de vivir sin freno de mano, dar y recibir
amor. ¿Preocupaciones? ¿Por qué preocuparte de cosas que no puedes solucionar
ahora? Cuando llegue el momento se verá, mientras, la conquista. Somos Ítaca,
esta tierra perdida en la memoria de los tiempos, una tierra que fue nuestra y
ahora pide ser conquistada.
Hay un antes y un después, días como hoy me recuerdan que la vida sigue
ahí, una parte de vida que no me permito sentir.
Días como hoy son aquellos en donde me vuelvo a alcanzar.
A veces olvido mi destino, vivir.
La vida es nitroglicerina que fluye por las venas, explotando en cada
latido. Miro a los ojos de mis hijos y veo sus almas libres latiendo con
intensidad en el flujo de la vida; miro a los ojos de mis amigos y están llenos
de sabiduría, de momentos compartidos; miro a los ojos de extraños y veo miedo a vivir, a veces a oídos atentos, a éstos últimos les
digo que nadie debería morir con una vida pendiente de vivir.
Sigo tomando café, me gusta su intensidad, derrapa por mi garganta, negro,
intenso y profundo, llenando mi boca con
su sabor dulce y amargo.
La luna me amansa y me recuerda que las noches son preludios de realidades
que vienen abriéndose paso, vida en estado puro.
Mi gato muy gato me mira, duerme con aires de gato.
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