21 de abril de 2017

El día amaneció como la pólvora, el sol estallando en el horizonte coronando el Montseny. El viento ululando sobre el prado, transformándolo en una suerte de mar  verde.

Hay muchos que dicen por ahí que hay que darle un portazo al pasado, yo en cambio apuesto por vaciarme de pasado. El presente es una síntesis del pasado, vivimos en las perpetuas consecuencias de nosotros mismos,  solo cabe vaciarse emocionalmente de pasado, que todo recuerdo sea sin más una fotografía, una pieza más de ese país llamado memoria.

Dar puerta al pasado  es figurar que no sucedió,  dar puerta no es aprender.

El cáncer me lo quitó todo, es decir, una vida moribunda, haciendo sin querer hacer, callando siempre, buscando reconocimiento de los demás. El cáncer  me ha dado una vida por la que vivir, la conciencia de que todo es presente. Todo aquello que no te permites decir ni hacer,  es una forma de matarte.

Por horarios familiares paso la tarde cocinando, las  mañanas suelen estar exentas de objetivos culinarios a cumplir. Mis hijos están muy alucinados, cocino como nunca lo había hecho antes, con ganas, pasión e ilusión.

Estoy leyendo Patria de Fernando Aramburu, ya en la recta final. Es un viaje donde los personajes están vivos. En la noche escucho los ecos de Bittori, Miren, Arantxa, el Txato, Joxian, Nerea, Xavier, Gorka, Joxe Mari, sus voces entremezcladas resuenan en mi mente, cada uno es por lo que calla, por los gestos, cada uno es por lo que no hace. Disfruto de cada página, leo con lentitud, me dejo empapar por las emociones. 

Ahora soy por lo que hago y por lo que digo, sin más.

Entiendo a Bittori, una herida así sangra, supura y su cicatriz es piel sensible ¿cómo perdonar? Me ha costado entender, solo cabe perdonarse uno mismo, reconocer que uno yerra y que  uno mismo es capaz de aprender de sus propios errores, no hay más. Yo no puedo perdonar lo que hacen los otros, ese sufrimiento, esa herida siempre estará ¿es rencor? ¡No! Sencillamente asumo que ha pasado, sin emoción ni resentimiento. El pasado es un muerto con el que hay que hablar para entender el presente. 

Hace tiempo que debí poner límites, tanto para lo que no quiero como para lo que quiero, ahora que lo hago, me siento bien, liberada de una pesada carga.

He ido a la biblioteca del pueblo, hoy y mañana hay una exposición de libros usados que los usuarios de la biblioteca nos podemos quedar,  así los libros siguen cobrando vida, renacen con espíritu renovado y un nuevo destino.

La vida te expone a salir, vivir, saltar, reír, llorar, fantasear, la vida cobra en experiencias vividas y no en experiencias pendientes de vivir.

Los herreros, antiguamente eran considerados alquimistas,  sangraban la fragua para hacer correr la escoria por un agujero, debemos sangrar la vida para dejar ir toda escoria, desechos emocionales que debemos tirar a la basura, a esto le llamo reciclaje emocional.

Sorbo mi café con leche de avena, está caliente y salpicado de alegría.

Mi gato muy gato toma el sol,  me ignora, es su momento.


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