La claraboya da la bienvenida a la luz de otoño más fría. El sol acorta su camino dando paso a la luna. La buhardilla se llena de tonos lunares.
El miércoles pasado fue mi última sesión de radioterapia. Me despedí del equipo, besos y recuerdos, esperamos que la vida nos dé la oportunidad de encontrarnos fuera del entorno hospitalario.
Sé que ahora es tiempo de recolocar. Es curiosa la vida. Yo que siempre trato de tener perspectiva, he creado puntos de referencia alrededor de mi tratamiento. Ahora que se ha acabado, la vida tiene un matiz distinto, de pronto se abren los espacios, están vacíos, huecos. Es momento de renacer.
He muerto. Cada vez que comparto con mis amigas, soy consciente de lo que se ha muerto en mí.
Bendito el cáncer que ha aniquilado una parte de mi, llena de ausencias, desilusiones, sueños perdidos, ahora ha resucitado una parte que dormía cual bella durmiente, el cáncer fue aquel caballero que besó a la princesa despertándola de su letargo.
He vuelto a la vida, a una realidad vital que necesito como el respirar, ahora es momento de adaptarme.
Es un placer cocinar, unas hamburguesas típicamente holandesas y verduras estofadas con arroz y especias. La cúrcuma airea los aromas de las verduras, tiñéndolas de amarillo.
El lunes análisis de sangre. En un par de semanas visita al oncólogo.
De un plumazo me siento ligera, toda la carga emocional que llevaba a cuestas no existe, ya no está en mi mente, en mi corazón y físicamente no la siento. Es una certeza.
Hablando con mi médico radiólogo el cáncer nos transforma, no sólo a nosotros los que padecemos la enfermedad. Es un efecto dominó desconcertante.
Los sentimientos son abrumadores. La vida sigue mostrándome que palpita, sigo teniendo compañeros de camino, somos una manada, nos reunimos para lamernos las heridas del alma, nos reunimos para compartir el entusiasmo y la alegría de nuestras almas. Los sentimientos perduran.
Las emociones a fuego lento han construido esta enfermedad, liberarlas me ha sanado. Con estas emociones se han construido compromisos falsos, espejismos y mis células, conscientes de sí mismas y de lo que estaba sucediendo, se estresaron. Las emociones matan al corazón. Es preciso liberarlas.
Siento y sólo puedo sentir los pasos tatuados en mi alma, es la intensidad que sólo puede darme la vida y con la intensidad, el equilibro. Sólo puedo andar con los pies del alma y a un nuevo ritmo.
Empecé en otoño y en otoño acabo. Un ciclo. Morir, nacer, crecer, envejecer y nuevamente morir. Me gusta ser árbol. Me gustan los ciclos.
Se han quebrado nuestras entrañas, miro a mi hermana, ha sido un camino salvaje, abrupto. Sólo tengo ganas de abrazarla, arrullarla, mecerla, besarla, es mi hermana.
Hay momentos que golpean y otros besan mi mente, no me preocupa porque la vida viene y me agarra, me zarandea y se apropia de mis certezas.
Sigo amando los destinos inciertos, porque la verdad es uno mismo y el destino sigue calzado en los zapatos del presente.
He puesto ya el edredón en la cama. Hace frío por las noches.
Huele a cúrcuma.
La gata muy gata tiene frio, duerme en mi cama. Me gusta que duerma un rato a mis pies.
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