El sol calienta, sosteniéndome, abrazándome. El sol y la luna se han enamorado de mi claraboya y yo me dejo querer.
El viernes operación, tumorectomía, así se llama la extirpación de un tumor mamario, en este caso el mío.
La enfermera me trajo un Valium que rechacé con amabilidad, entendí que se sintiera mal. En quirófano les dije que voluntariamente me había negado a tomar la pastilla.
Realmente estaba y estoy tranquila, se sorprenden por la naturalidad con la que vivo esta experiencia. No tengo otra forma de vivirla. Tomar la pastilla era perderme sensaciones propias, no quería llegar a quirófano con los sentidos adormecidos.
Primera fase marcaje. Tiempo para el marcaje 2 horas, la anécdota, el sistema informático se bloqueó y el sistema manual no funcionaba, mi pecho se quedó pinzado en la máquina. Muy buena la reacción del equipo médico, factor humano sobresaliente.
En quirófano, suelen tener un ambiente muy dinámico. Mi médico anestesista y gran tipo, me trató muy amablemente, aunque no él entendiera lo que le expresé, yo soy muy consciente de lo que le dije.
Desperté tranquila, con la sensación de que además de haberme extirpado el tumor, me habían extirpado una parte de mi vida que me atormentaba.
Mi hermana me abrazó dándome todo su amor, mis padres, mi tía, afectos que me alegraron.
Siento mucho respeto por mi cirujana que en todo momento apostó por mis inquietudes y me dio la suficiente confianza en las decisiones que a cada paso he ido tomando. No he perdido masa mamaria y la intervención ha sido mínima, dadas las circunstancias, la vida es increíble cuando te da estos regalos y eres consciente de ello.
Hay que esperar los resultados del laboratorio, se extirpó una cápsula, eso quiere decir que no había masa tumoral. Sigo pensando que es mejor ser cautelosa con las afirmaciones, aunque en mi corazón sienta que ya he sanado.
Hoy he visto la herida, la verdad que la sutura es incluso bella. El dolor no es intenso pero está ahí queriendo ocupar un estado de permanencia que no le corresponde.
Ahora toca ir recuperando mi vida, una vida que se paró en el momento que me diagnosticaron cáncer, sanar ha sido una tarea compleja, porque el cáncer me enfrentó a mí misma, mis miedos, mi propia ausencia de la vida.
Es momento de sentir cierta melancolía porque una parte de mi ha muerto y el presente es la resurrección de mi esencia, la conciencia de mi yo más profundo.
La vida me sigue atrapando con los milagros de la cotidianidad, el silencio, la soledad son ahora amigables y los afectos son sinceros y cercanos.
Todo lo bueno de la vida palpita, emerge para ser reconocido.
La crisis, gran palabra, en chino significa cambio, la enfermedad es la crisis de nuestro cuerpo físico, una crisis que empieza por la desconexión con nuestra alma.
Son los condicionamientos de todo tipo los que nos atrapan como en una tela de araña, estoy agradecida a todo lo que está sucediendo y a cómo se está sucediendo, porque de otra manera no hubiera palpitado al son de mi alma, todavía estaría palpitando al son de palabras equivocadas.
La mente no puede entender lo que siente y como no lo entiende niega sistemáticamente lo que experimentamos con el alma, nuestros hogares así están enfermos, nuestras relaciones están enfermas y nosotros enfermamos a no ser que nos enfrentemos a la realidad profunda de nuestra alma.
Los analgésicos están funcionando bien, no tengo fiebre y la vida me sigue atrapando desde la buhardilla, conectándose en perpetua sincronicidad, cada gesto es una brillante luminaria, indicando mi camino, mi propia esencia.
La intervención fue en un quirófano distinto al anterior, éste era más pequeño, parecía más acogedor, aunque un quirófano lo es por derecho propio.
Tomé mis flores de bach, me ayudan a restablecerme mejor de la intervención.
Ahora siento melancolía, me he despedido del tumor y de su historia, así me despido también de una parte de mi misma, un añadido puesto en forma de renuncia y desconexión.
El presente es incierto, nada ya es lo mismo, es mi transformación lo que hace el mundo distinto.
Mis ojos son los ojos del alma, mis pies son los pies del alma y mi cuerpo es el reflejo de mi esencia.
Fue curioso que me pusieran un arpón para marcar la zona, por unos instantes me sentí Moby Dick, quizás todos seamos Capitán Ahab y Moby Dick al mismo tiempo, no pude arponearme, pero lo hizo el equipo médico. Me despedí de los resentimientos residuales y acepto el reto de empezar una vida con los sentidos del alma. Lo que quedó de Moby Dick se fue en el quirófano y el Capitán Ahab enfurecido murió al mismo tiempo.
Huele a té con vainilla.
La gata muy gata ha dormido a los pies de mi cama. Me mira con aire gatuno, tranquila, bosteza y vuelve a dormirse. La vida nos atrapa.
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