La vida acelera el metraje de los días y la claraboya brilla tanto de día como de noche.
El paso es lento y angustiante, la operación fue bien pero tienen que volver a operarme, hay restos de tumor. Me espera un ciclo más de quimio y radioterapia.
Esta vez la digestión ha sido lenta una niebla permanecía en mi mente. Lloré a mares y ahora al camino, a seguir andando. Agradezco la tregua. Me ha crecido todo el pelo y mi estómago se ha recuperado, así que en esta fase de la enfermedad me enfrento con casi todos mis recursos físicos recuperados y una conciencia de lo que está pendiente en mi alma.
Fui a cenar con un grupo de amigas el día de Sant Jordi, compartimos y reímos. La vida es participativa, jamás me ha excluido. Ahora más que nunca necesito palpitar con ella.
La realidad del cáncer es una, los médicos no saben a lo que se enfrentan hasta que ven por sus propios ojos la zona tumoral. No hay más. Las pruebas nunca concluyen el alcance, sólo el quirófano.
Adoro a mi médico, porque me explicó con todo detalle lo que había sucedido, su implicación y profesionalidad siguen dejándome asombrada. Agradezco compartir este camino con personas de factor humano sobresaliente.
Este viernes o el que viene quirófano de nuevo.
Escucho el disco de Tesseract.
Sigo sintiendo que mis huellas se posan en tierra nueva, que una vez más la vida me enfrenta a mi misma con la contundencia que sólo puede hacerlo la sombra de la muerte.
Reír y sentir la profundidad de los sentimientos, expresándolos tal cual, está siendo mi mejor terapia, las emociones ensombrecen el camino del corazón. Elegir otro camino sería traicionarme a mí misma.
Es cierto que en estos seis meses no me ha dado tiempo suficiente para sanar emocionalmente parte de mi vida, en el fondo de mi corazón sabía y debo reconocer que faltaba trabajo por hacer. Este es un buen momento para hacerlo. Mi alma necesita una transformación completa y no a medias, porque no sería yo misma.
Entender el lenguaje de la vida ha sido difícil, pero sólo he de entregarme a su flujo y embrujo para sentir lo que significa seguir el camino del alma, en donde el camino es uno mismo, sin más. Caminar con los pasos ligeros pero fuertes, sintiendo que los pies rompen las cadenas de los falsos compromisos y de los condicionantes que nos hacen andar por la vida anestesiados y medio muertos, sin capacidad de gozar de la belleza que nos rodea.
El milagro es sentir que la vida yace en las profundidades de nosotros mismos, es un fuego latente dispuesto a arder con la pasión que sólo contiene el fuego, es el fuego que contiene vida y muerte.
Mi hermana me sana con sus abrazos llenos de sinceridad. Estos días están colmados de regalos que la vida me trae, lloro a mares por su sonrisa, una mujer que día tras día es la entrega total, el servicio total al amor, dar sin más, qué lección más preciada y llena de verdad.
Los días se convierten en auténticos prodigios y yo en mi buhardilla soy testigo y participo intensamente en el curso de milagros que es la vida y la propia muerte.
Hoy hemos comido en casa de mis padres. La mesa vestida con sus mejores galas para recibirnos como las más prestigiosas comensales. Los abrazo y me estremezco. Los amo ya no hay fronteras, sólo amor y comprensión.
Comprendo la mirada de mi padre por la dureza de los tiempos vividos, las secuelas de una guerra fraternal, en la que perdimos y estamos perdiendo todos, porque existe una herida que hemos de aprender a curar.
Comprendo la soledad de mi madre, porque el cáncer se llevó a su madre y ser huérfana de madre en tiempos de posguerra era perder no sólo la infancia, sino perder la dignidad propia de un ser humano.
Los miro y mi alma se calma porque sus ojos curan mi tristeza.
Estos días lloro porque me enfrento a la mirada de los que me aman, queriéndome socorrer de un sufrimiento necesario para curar mi alma herida. No puedo andar con las heridas del pasado, ellas han de enriquecer mi conocimiento de la vida pero no pueden anclar mis pasos a los cenagales de la memoria de un sufrimiento falso. Aún en la oscuridad más temible existe la luz que chispea al compás del latido del corazón.
La gata duerme delante de la ventana, es primavera. Huele a café con canela.
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